13 junio 2005

Magia en la Tierra


Asombrado primero, asustado después, el pequeno Andacollo observó como la tierra se abría dejando a sus pies una pequeña grieta.
- Se hará más grande y me tragará - alcanzó a pensar antes de echar a correr- ! La Pachamama tiene hambre y me quiere engullir!
Sus carrera fue cortada bruscamente. Sus piernas, por algún motivo paralizadas, le hicieron caer al suelo. Así estuvo algún tiempo agónico de impotencia y terror. A su alrededor todo era soledad y silencio. Las palabras, prisioneras, tampoco salían de su boca. Sus sentidos agudizados creyeron sentir algo ... !Sí...! Era una voz dulce que, melódica, lo llamaba cariñosa.
- ! Me están "enlesando" - gimió angustiado.
No podía moverse. Con ansiedad entrecortada pronunció mentalmente el nombre de su madre.Fue una invocación mágica. El terror se disipó de inmediato siendo reemplazado por una paz bucólica. La voz lo llamó nuevamente invitándolo a volver al lugar de la tierra abierta. Su voluntad, anulada por la fascinación, se sintió cogida y deseó contemplar el aterrador fenómeno. Descubrió que podía arrastrar su cuerpo y reptando por el sendero, regresó.
El llamado provenía desde el fondo de la grieta. Era suplicante, trémulo; sonaba como el piar de un pajarillo atrapado en una trampa. Enternecido de piedad apoyó su oreja en el suelo para escuchar mejor. Al mirar a su lado vio a un pequeño arbusto creciendo en un lugar que momentos antes recordara vacío. Se pasó la mano por los ojos: otro arbolito se acercaba lentamente por la vía pedregosa. Llegó hasta él y le acarició el rostro con las ramas extendidas como brazos. Un húmedo lengüetazo en su torso desnudo le hizo dar un salto. ! No terminaba de asombrarse! Era un culpeo que se había acercado silencioso y con grandes señales de amistad levantaba su cola empenachada. Despojado del terror su capacidad de asombro estaba rebasada. Desde muy pequeño era su placer viajar por los cerros. Conocía sus animales, su tierra y su follaje. estaba seguro, aunque en esos momentos lo dudaba, de que ni las plantas se movían ni los culpeos eran amistosos ...y la tierra ... hablaba...? ..musitaba gemidos...? Pudiendo mover sus miembros se sentó, perplejo. Los arbustos y el culpeo seguían a su lado mansamente, junto a la grieta.
- Mi vientre está abultado ! - gimió la voz desde la profundidad - Te regalo el fruto de mis amores cósmicos. Ve en busca de una herramienta y que la piedra alivie mis entrañas.
- Tú, quien eres ...? Que fruto guardan tus entrañas...? - preguntó el indiecito.
- Soy, yo, el útero de la tierra. Mi vientre generoso guarda cobre y el cobre y tú, en cierta forma son hermanos. Te ofrezco mi tesoro. Es tuyo si lo quieres.
Las plantas y el culpeo asintieron gravemente. Asintió el pequeño indígena obedeciendo la súplica generosa y así, en una mañana en que el aire era de oro, nació a la vida la primera mina. (Adriana Monsalve)

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